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domingo, 1 de agosto de 2010

Ultimo capitulo de Ice blue no Tsumi! Capitulo 6!

Bueno! Pues aqui acaba la novela! Para las sentimentales, empiecen a pasar los pañuelos, porque los necesitaran!... Empezamos:



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- El menú de hoy es un cocido lleno de verduritas cocidas a mi estilo; Una salsa aromática con pescado blanco a mi estilo, y un filete con espinacas y ajo picado a mi estilo… Eh, Yuuki, Zero… ¿Me estáis escuchando?
En la sala privada de la dirección de la Academia Cross, la invariable voz cargada de optimismo del director retumbaba como siempre. La hija del director, que cursaba tercero de secundaria, Yuuki, contemplaba, después de cenar, por la ventana que daba al edificio de la escuela.
- Kaname-sama… Ahora debes estar en clase… Era una persona infinitamente sabia. ¿Qué clase de cosas estaría estudiando…?
Para Yuuki, eso era algo muy intrigante. La clase nocturna buscaba el camino para que los humanos y los vampiros pudiesen convivir en paz, así que en la academia se educa a vampiros jóvenes a ser moderados y sensibles. Aquél era el ideal del director. Un proyecto que había iniciado apenas unos años atrás. En la clase nocturna no había ni secundaria alta, ni cursos universitarios… Sencillamente estudiaban durante un tiempo indefinido, llevando a cabo una educación de alto nivel. Los vampiros viven muchos, muchos años más que los humanos, así que no tenían por qué adaptarse al corto tiempo del que estos disponían.
- Además, ahora, se están desarrollando esas pastillas que sustituyen a la sangre, por lo que no tendrán que morder a nadie. Han venido unos alumnos excelentes, así que estoy ansioso de ver los resultados.
Al oír las palabras del director, Zero le lanzó una mirada afilada, irritado. - Menuda tontería— Gruñó. —Esperar que esos monstruos sedientos de sangre cambien sus costumbres…
- ¡Zero…! No digas esas cosas…— Le riñó Yuuki, y Zero le apartó la mirada con un gesto molesto. Recogió en silencio los platos de la mesa y desapareció sin decir nada.
- Voy a fregar los platos…
- Oye, Director… ¿ Crees que Zero estará bien? …Me pregunto si no se negará a entrar en la secundaria alta…— Murmuró Yuuki, preocupada, mirando al director.
Zero era un año mayor que Yuuki, por lo que ahora debía estar en primero de secundaria alta. Sin embargo Zero, entonces, no parecía tener mucha intención de hacerlo. El motivo por el que no quería hacerlo estaba muy claro, tanto para Yuuki como para el Director. Sencillamente no quería verles la cara a los alumnos de la clase nocturna. Los alumnos de la clase diurna y nocturna vivían separados, pero usaban la misma escuela. Zero odiaba a los vampiros hasta el punto de no querer mezclarse con ellos ni siquiera de esa manera. Ese era el motivo. (La familia de Zero, fue asesinada por un vampiro malvado…) Comprendía esos sentimientos. Cualquiera podía imaginar que si sus seres queridos fuesen asesinados, odiaría a aquél que les hubiese arrebatado la vida. Eso era absolutamente natural. Pero aun así… (No hace falta que odie incluso a Kaname-sama… Kaname-sama es bueno) El vampiro que le salvó la vida. Aquél que siempre era amable y dulce con ella. No importaba, sin embargo, cuántas veces repitiese las palabras “También hay vampiros buenos”; Zero no parecía estar dispuesto a aceptarlas ni lo más mínimo. (Bueno, el año que viene, cuando entre en la secundaria alta… ¡no importa cómo, pero conseguiré que Zero entre conmigo!) Yuuki, haciendo en silencio un gesto de guerra, cerró las cortinas de la sala.

* * *

Aquella noche, tres días más tarde del incidente de la ciudad, Fuuka se había acostado bastante más pronto de lo normal. Estaba pálida, exhausta en su cama. (Me encuentro mal… y no consigo que se vaya este malestar… ugh…) Se sentía enferma desde la mañana, así que procuró no hacer sobreesfuerzos. Normalmente, cuando caía la noche, solía encontrarse mejor, pero aquél día no lograba deshacerse de aquella sensación, por mucho que el sol ya se hubiese ocultado. Más bien, cada vez se sentía peor. (No estoy mareada, pero… será mejor que me tome las pastillas) Sacó el pequeño pastillero y, muy despacio, se levantó de la cama. Fuuka estaba en la ducha. Si se concentraba, podía oír el energético fluir del agua. Parecía que su amiga aún iba a tardar un poco en salir. Haciendo un gran esfuerzo, logró comenzar a caminar. Hasta el cuarto de aseo no había una distancia muy considerable, pero aun así, sentía que le pesaban demasiado las piernas, por lo que, para ella, aquella separación le parecían kilómetros enteros. Su visión se nublaba poco a poco. Poco a poco fue perdiendo la visión, y el sonido de la ducha se hacía más y más lejano… hasta el punto en que perdió completamente la capacidad de saber si seguía de pie o si estaba sentada. Los brazos y las piernas se le helaban, y el corazón comenzó a latirle muy rápido, de una forma desagradable. (Soco-rro…) Justo antes de que perdiese el conocimiento, Kanae salió de la ducha.
- ¡Ya he acabado! Te toca. ¿Cómo te encuen-…— Kanae, envuelta en la toalla de baño, vio a Fuuka tendida en el suelo. — ¡Fuuka! ¿Estás bien?
- S-sí…
- No estás nada bien, maldita sea. ¡Estás pálida! ¿Dónde tienes la medicina? Con la mano temblorosa, Fuuka le mostró el pastillero que llevaba en la mano.
- Voy a buscarte agua, ahora mismo vuelvo. — Regresó en seguida con un vaso y, sosteniendo a Fuuka, le ayudó a meterse una pastilla en la boca. — Fuuka, es la pastilla, bébetela. ¿Me oyes? Sintió una agradable sensación. Con los sentidos nublados, a Fuuka le llegó un aroma dulce y cálido. Un aroma… que la atraía, que la llamaba. Abrió los ojos de repente, y lanzó una mirada vacía a su amiga. (Ah… es el olor de Kanae…) No era el olor del champú o del perfume. Era… algo que le hacía retorcerse de hambre. Ese olor.
- Oye, incorporándote así de golpe… ¿Ya estás bien? Venga, tómate una pastilla más, por si acaso.
Mirando hacia todos lados, Fuuka buscaba el origen de aquél dulce olor. Con el pelo húmedo y recogido, la piel de Kanae quedaba expuesta. Blanca, suave… tan pálida que transparentaba… sus azuladas venas. Aquellas venas que se movían a cada pulsación. Palpitantes… El corazón de Fuuka comenzó a latir al mismo ritmo que el de su amiga. Parecía… delicioso. Extremadamente… delicioso. Tragó saliva bruscamente. Tenía sed. No estaba satisfecha sólo con aquellas pastillas. Además, habiendo algo mucho más delicioso que las pastillas justo frente a ella…
- ¿Fuuka? ¿Me estás escuchando?
Al poner aquella expresión poco habitual en ella, incluso Kanae comenzó a notar que algo extraño ocurría. Poniéndose de rodillas, Fuuka sujetó con fuerza a Kanae por los hombros.
- ¡Au!
Tenía una fuerza extraordinaria. Kanae turbó el rostro, asustada, mirando a su compañera de habitación.
- Fuuka, aquí pasa algo raro. Tienes los ojos rojos, y en la boca… ¡¡¡Aaaah!!!— La voz asustada se convirtió en un grito de horror. En el instante siguiente de sentir una aguda punzada de dolor, vio que la cabeza de su amiga estaba posada sobre su cuello. O no… o estaba haciendo otra cosa…
- Fuu… ka…
De la boca de Fuuka sobresalían dos blancos colmillos, que perforaron su cuello, certeramente, sobre la vena. Parecía que estaba comenzando a sorber… su sangre. El sonido de la garganta de Fuuka, tragando con furia, podía llegar incluso a los oídos de Kanae. ( DeLiciOso… SenCiLLaMeNtE DeLiCiOso… QUiErO mÁS… MáS…) Fuuka estaba completamente fuera de sí. En aquella sala no había más que un vampiro… y su comida. No había amigas, ni compañeras de habitación. Sólo estaba el depredador… y la comida.
El vampiro del interior de Fuuka se embriagaba del sabor de la sangre, que probaba por primera vez desde que nació. Todavía tenía hambre. Todavía no estaba satisfecho. Quería más. Kanae, que se quedó sin fuerzas, era sostenida por los firmes brazos de Fuuka. El alma se le teñía de un rojo profundo, de un carmesí intenso. Completamente perdida en su satisfacción, Fuuka había perdido el sentido completamente. No sabía cuánto tiempo pasó hasta que volvió a recobrar la consciencia. Al sentir un frío extraño en la piel, abrió los ojos. (¿Eh? ¿Qué hago aquí…?) Tumbada en el suelo, se dispuso a levantarse cuando vio que, junto a ella, Kanae estaba inconsciente, blanca como el papel, como si no le quedase sangre en las venas. Tenía los ojos cerrados, inerte, y el pelo todavía húmedo. No parecía que hubiese pasado tanto tiempo desde que había salido de la ducha.
- Kanae, ¿qué te pa…? Al tocar sus mejillas, las sintió heladas como el hielo. Fue entonces cuando se fijó en los dos pequeños orificios que su amiga tenía en el cuello. Parecían, sin duda alguna, la marca de los colmillos de un vampiro… (¿Un… vampiro…?) Fuuka se tapó la boca con las manos.
- N-no puede ser… ¿H-he sido yo? ¿Yo he hecho esto?— Comprendió en seguida que así era. Se miró las manos, que todavía estaban pegajosas, impregnadas de un fluido rojizo. Al fijarse mejor, vio que también había sangre por todo el suelo. (Lo he hecho yo…)
- Kanae, ¡Lo siento! ¿Estás bien? ¡Despierta!— Gritaba sacudiendo el cuerpo inerte de su amiga. Al balancear el cuerpo, la sangre fluía todavía de su herida abierta. (MáS… mÁs… MíraLa, QuÉ DuLce y DeLiCiOSa…) Aquél aterrador e implacabe deseo comenzó a resucitar. Se había bebido la sangre de Kanae.

La de su mejor amiga. Había bebido… la sangre de un humano.
- ¡¡¡Kyaaaahhh!!!!

* * *

Llamó a la puerta frenéticamente, y Aidou, que estaba en la planta baja, abrió la entrada principal con un gesto molesto.
- ¿Qué te pasa ahora? Mira que eres escandalosa… Pero si ya te di las pastillas…— El hermoso rostro de Aidou se fijó en el de la chica, arqueando una ceja. Olía a sangre. — Eh, ¿Qué has…?
Con la ropa cubierta de sangre, Fukka le miraba asustada.
- S-sempai… yo… yo… a Kanae…— Quería explicárselo desesperadamente, pero los sollozos le impedían pronunciar palabra alguna. - Has bebido la sangre de alguien…
- L-la de… Kanae… ¿Qué voy a hacer? No sé… no sé si está muerta, no se mueve… ¡No se mueve!
- ¿Kanae? ¿Tu compañera de habitación?
Con las lágrimas brotándole de los ojos, Fuuka asintió con la cabeza.
- ¿Y las pastillas? ¿Es que no te las has tomado?— Dijo, agarrando violentamente a Fuuka por los hombros.
- ¡Me las he estado tomando! Siempre, sin falta…
- ¿Entonces, por qué…?— El gesto de Aidou se congeló de golpe — Podría ser que… ¿Te has acostumbrado a los efectos? El cuerpo suele habituarse a los fármacos, y con el tiempo el efecto va desapareciendo. Quizás al principio sí que funcionaba, pero con el tiempo, Fuuka se había ido inmunizando al fármaco… de la misma forma que los virus se hacen resistentes a los antibióticos, y estos dejan de funcionar.
- Ha perdido el efecto en ti…— No podía haberlo predicho. Era la primera vez que probaban aquellas pastillas, así que el resultado era algo absolutamente impredecible. — Esto no me gusta nada…
Si se quedaba allí mucho rato más, el resto de los alumnos de la clase nocturna iban a percatarse del olor a sangre. No podía quedarse ahí con Fuuka por mucho más.
- Ven a mi habitación. — Dijo, haciéndole entrar con la intención de llevarla hasta allí. Fue entonces cuando Shiki e Ichijou bajaron las escaleras del lobby.
- Espera, Aidou. Lo que le ocurra también es asunto nuestro, no sólo tuyo. No queremos que tengas que ocuparte tú de todo. — Pronunció Ichijou, lanzando una mirada de preocupación a la chica.
- Ichijou…— Aidou, se puso frente a Fuuka, como si la defendiese. La chica caminaba encogida, muy lentamente.
- De todas formas, lo más urgente ahora es lograr que se calme— Ichijou dirigió la mirada al oculto rostro de Fuuka. — A tu amiga todavía le quedaba algo de aliento, Fuuka, está viva. Ruka y Kain han ido para allá hace un rato, y nos han informado.
- Kanae… (¡Está viva!)
Sintiendo que se quitaba un gran peso de encima, Fuuka rompió a llorar de alivio.
- Menos mal, menos mal… Pensaba que había matado a Kanae… ¿Pero… cómo han llegado ellos dos…?
Ichijou frunció el ceño y miró a Aidou, nervioso.
- La verdad es que… ayer te estuvimos observando todo el tiempo…— Confesó.
- ¿No queríais dejarme toda la faena a mí?— Preguntó Aidou.
- Es que ayer… Kain me dijo que tú no estabas siendo del todo… “objetivo y distante” en este asunto… Y Shiki me contó lo que ocurrió en la ciudad… así que decidí que esta vez sería mejor hacerlo sin ti.
Aidou se mordió el labio, con un gesto claramente molesto.
- Bueno, como decía antes… tu amiga está viva, pero ha perdido mucha sangre. Será mejor que haga reposo durante unos días…
Al oír aquello, Fuuka, que había logrado calmarse un poco, se estremeció.
- Soy… soy horrible… No creo que pueda volver a ver a Kanae…— Murmuró, desmoronándose de rodillas en el suelo. No sólo había bebido la sangre de su amiga, sino que además había estado a un paso de matarla. — No sé qué debería hacer a partir de ahora…
No creía que pudiese librarse jamás del peso del pecado que había cometido. Ichijou comenzó a hablar pausadamente para calmar a Fuuka, que parecía desesperada.
- Hemos borrado los recuerdos de tu amiga, así que no te preocupes. Ahora creerá que resbaló al salir de la ducha, nada más.
- Eeh…
- ¿A ti también te borraron los recuerdos cuando tuviste ese accidente, verdad? Es lo mismo.
- Pero…— La imagen de Kanae, tumbada en el suelo y rodeada de su propia sangre volvió a grabarse en las retinas de Fuuka. — Pero no puedo volver con ella nunca más. Podría volver a ponerla en peligro, y yo no…— Por el bien de su amiga, o por el suyo mismo, había decidido alejarse de ella. Porque, si continuaba a su lado… el momento en que cayese al nivel E, seguro que acabaría con la vida de su amiga.
- Bueno… tienes razón. Quiero decir… cuando caigas al nivel E, te convertirás en un monstruo sediento de sangre, sin límite ni consciencia alguna. En el fondo… tu decisión me parece sabia. — Confesó Ichijou, clavando su segura mirada en la temblorosa chica. — Ese momento se acerca, así que… será mejor que te mantengamos en una especie de… aislamiento, hasta entonces. Te quedarás con nosotros, bajo nuestra constante vigilancia, y evitarás tener contacto con el mundo exterior… mientras te degradas poco a poco.
- Eso es, en otras palabras…
- Sí, esperar la muerte en soledad— Shiki abrió la boca por primera vez. Se mordió la punta del dedo, y en el momento en que parecía que una gota de sangre iba a resbalar por su mano, de ésta se formó un fino látigo que se enredó alrededor del cuerpo de Fuuka.
- ¡¡Aahh!!




- ¿Shiki, qué demonios haces?— Tras el grito de Aidou, Ichijou contestó en lugar del chico que manejaba aquél látigo de sangre.
- Me da pena, pero… tenemos que mantenerla atada. La velocidad a la que se está degradando es alarmante. No podemos permitir bajo ningún concepto que salga de estos muros, y mucho menos que ponga un pie en su dormitorio.
- ¡Pero eso es..! Ella… ¡Ella todavía no ha caído al nivel E!, además, no hemos estudiado los beneficios de las pastillas, puede ser que podamos detener su avance…! — Exclamó Aidou, apretando los puños con fuerza. Tanta, que Fuuka podía observar cómo temblaban. (Aidou-sempai…) Le dio la sensación de que le oprimían el pecho con fuerza. (De verdad… de verdad está intentando salvarme…)
- Entiendo cómo te sientes. Pero aun así… ¿Comprendes también que en su estado no puede volver a la escuela, verdad?
- ¡Ya lo sé!, pero…
- Aidou. Déjalo ya…
Con el sonido de aquella voz, de repente, el ambiente del lobby se tensó. Nadie se había percatado de su llegada, pero al aparecer, se hizo el silencio absoluto en la sala, y todos dirigieron la mirada a la figura que descendía las escaleras.
- Kaname…
- Presidente Kuran…
- Sentimos mucho haber hecho tanto ruido — Aidou, relajando la expresión, le dedicó una formal reverencia.
- No importa. Pero… ¿Qué te ocurre, Aidou…? — La mirada de Kaname se fijaba en la del chico, a pesar de que su expresión daba a entender que no necesitaba ser informado.
- Ella… ella ha creído en mí, y se ha estado tomando las pastillas… y yo ahora… no puedo traicionarla, no puedo…— Quedándose poco a poco sin palabras, se mordió el labio y agachó la cabeza. Sabía que mostrar esa actitud frente a Kaname era descortés, pero no podía evitarlo. Al presenciar la escena, Kaname continuó hablando.
- Entiendo. Dejo entonces a la chica a tu cuidado.
La mirada de Ichijou y Shiki se crispó.
- ¡Kaname! Pero eso…
- Ya está bien, Ichijou, Shiki.
- … Sí, señor.
Mientras Kaname volvía a ascender las escaleras, Shiki mantuvo todo el tiempo la cabeza agachada, y Ichijou asintió en silencio.
- Bueno, vamos fuera— Anunció Aidou, y, tomando a la chica del brazo, comenzó a arrastrarla.
- Qué frío… — Murmuró, cayendo en la cuenta de que había salido solamente con el pijama puesto.
- Ponte esto — Dijo entregándole a la temblorosa chica su jersey.
- Muchas… gracias…— Agradeció, colocándose la prenda impregnada del calor de Aidou.
Caminaban por el jardín cubierto con la oscuridad de la noche. Al otro lado del muro, a lo lejos, podía verse el Dormitorio del Sol. Apenas podía apreciarse una parte del edificio, pero la visión fue suficiente como para hacerle sentir una extraña añoranza. (Ya nunca más podré volver allí…) Era como decir… que nunca más podría volver a su hogar. Desde que había entrado a aquella academia, cada día había sido divertido. No había tenido tiempo de echar mucho de menos a su familia, pero… (Ahora me hubiese gustado llamarles de vez en cuando, por lo menos…) Sabía que si ahora les llamase, no podría detener las lágrimas. Y la decisión de no hacerlo… se le clavaba en el pecho como una afilada espada. Con tal de disipar su arrepentimiento, abrió la boca, dispuesta a hablar.
- Aidou-sempai.
- Dime— Respondió dándose la vuelta.
Sus ojos, que brillaban incluso en aquella oscuridad, por algún motivo, no le daban miedo alguno a Fuuka. Porque era él, era Aidou, el único que la había salvado, el único a quien tenía a su lado.
- Tengo… un favor que pedirte.
- Bueno, oigámoslo.
Llenándose de valor, aunque un poco temerosa, Fuuka comenzó a hablar.
- Mientras yo siga siendo yo…—
El viento nocturno sopló con fuerza, haciendo que las copas de los árboles se balanceasen. El aire era húmedo y pesado; parecía que fuese a llover de un momento a otro. Aunque, en cambio, el aire que les rodeaba a ellos dos estaba impregnado de una magia extraña, una sensación distinta. En un silencio casi tenso, Fuuka no sentía más que una extraña emoción. Era el momento. Justo en aquél momento, no iba a dejar que nadie le interrumpiese. Su humilde deseo debía poder cumplirse, seguro. Si en aquél mundo no había cabida siquiera para su pequeña petición, entonces era un mundo demasiado horrible, que no le importaba que fuese destruido. No le importaba ya que la acusasen de egoísta, de arrogante… Porque ya no podía sentirse atada a nadie, ahora ya… sólo podía pensar en sí misma. Porque aquél era su último deseo.
- Por favor, mátame… con tus propias manos.
Los ojos de Aidou se abrieron con sorpresa.
- ¿Pero qué dic-…?
- Ya lo he decidido— continuó, clavando su mirada en las azules pupilas del vampiro. Ya no iba a achicarse, ya no tenía miedo. Sencillamente… no tenía tiempo para eso.
- Hasta que caigas… ¡Todavía queda tiempo! Mejoraremos los componentes de las pastillas, ¡Así que no digas eso!— Exclamaba nervioso. Pero la firme mirada de Fuuka seguía clavada en él, sin temblar ni un poco.
- Lo siento, pero ya me he decido.
Aidou chasqueó la lengua.
- He estado a punto de matar a Kanae. No quería que fuese así, y sin embargo, he sido incapaz de controlarme a mí misma.
- Si bebes la sangre del vampiro que te mordió todo se solucionará, incluso puedes beber la mía…
- No, no hace falta…— Interrumpió las palabras de Aidou, que intentaba alargar la conversación. Como si tuviese esa opción. Como si en realidad, tuviese forma de hacer eso. Aidou sólo estaba intentando convencerla para conseguir algo más de tiempo, pero las posibilidades reales de que aquello ocurriese… sencillamente no existían.
- No quiero ser un estorbo para ti mucho más de lo que ya lo he estado siendo. Además… no me queda tiempo. Lo sé, lo siento en mi interior. Poco a poco… la persona que soy va desapareciendo. (QuIeRo…SaNGrE… QuieRO… TeNGo Sed…. QuIeRo…SaNGrE….) El vampiro que llevaba en su interior se revolvía, intentando salir. Sabía que si dejaba de concentrarse, aquella consciencia suya tomaría el control en cualquier momento.
- Si eres tú quien me mata, no me imporia morir…— Sonrió. Recordaba las palabras de Shiki, “morir en soledad”. — Si caigo al nivel E… dejaré de ser yo, para pasar a ser un monstruo… todo eso después de haber sido aislada, de haber sucumbido… Sé que voy a morir de todas maneras, pero… no deseo ese final. No de esa manera.
Aidou clavó la mirada en el rostro de Fuuka, con una dolida expresión. Así que ella era esa clase de persona. Sólo por su amor hacia Kaname, había sido capaz de saltar un muro. Una persona a la que no importaba saltarse las reglas… Una chica que parecía querer pasarlo bien siempre, alegre, divertida, y parlanchina como un pajarillo. Aquella chica que al principio le parecía tan estúpida, tan absurda. Aquella chica que se llamaba Fuuka. (Ya veo… en el fondo es un chico serio… y algo inocente…) Pensó, y en aquél instante cayó en la cuenta de algo.
- Cuando caiga al nivel E… los vampiros nobles como vosotros me daréis caza, ¿verdad?
Ellos eran “Los que se encargaban”. Fuuka era… “Aquella de quien debían hacerse cargo”. Si así era…
- Déjame, entonces, elegir quién quiero que me de caza. -…

No había ni una pizca de duda en los ojos de Fuuka. Miraban fijamente al vampiro frente a ella, con intensidad.
- Sólo tú… has estado a mi lado hasta el final, y has sido mi único aliado. Quiero que seas tú quien me mate. No quiero morir a manos de un vampiro desconocido.
No quería llorar frente a él. Sólo delante de él, hacía todo el esfuerzo que podía para mantenerse firme. No sabía si él no terminaría olvidándose de ella algún día, pero.... (Tengo que sonreír hasta el final. Quiero que me recuerde con una sonrisa en la cara)
- ¿Por qué yo? ¿Es que no te das cuenta de que hasta ahora te he estado utilizando? Fuuka posó su dedo sobre los labios de Aidou, interrumpiendo sus palabras. No quería oírle decir nada más. En aquél momento, ella… ya era muy feliz. Así que no quería que dijese nada, ni una palabra más.
- No te odio. — Sonrió.

Una sonrisa leve, casi imperceptible, casi transparente. Tanto, que parecía poder disiparse en cualquier momento. Una sonrisa que dolía en el fondo del corazón. Desde el principio, había tenido claro que no quería caer al nivel E. Se resistía a hacerlo de una forma casi testaruda, insistente. No quería ser un monstruo. De ninguna manera. Y sabía el modo de que aquello no sucediese.
- … Entiendo — Aidou aceptó.
Su habilidad especial…. El hielo. En aquél silencioso jardín, bajo la luz de la luna, el aire comenzó a enfriarse. Aidou tomó la mano de Fuuka y, sosteniéndola, hizo aparecer en ella una afilada espada de hielo.
- Así… está bien…— Abrazando el cuerpo de Fuuka con una mano, la miró con una cara llena de amabilidad. Con los ojos cerrados, ella sonreía. Era una sonrisa calmada, profunda. Deseaba que, como mínimo, no sufriera. Con ímpetu y de un solo golpe, Aidou clavó el afilado hielo en el pecho de Fuuka.
- Ugh…— El rostro de la chica se estremeció. El frío se extendía por su cuerpo, atravesando al monstruo que llevaba dentro, congelándolo todo… Algo que, para ella, era la salvación final.
- Aidou-sempai… ¿Puedo preguntarte… una última cosa…?
- Claro…
- ¿Qué pensarías si te dijese… que te quiero? - ... — El rostro de Aidou empalideció con una expresión de amargura.
- Jeje… eres demasiado sincero…
- Lo siento…
- No importa. Yo… yo… te quiero, sempai. Y es por eso… que soy feliz de poder morir en tus brazos…— Sonrió de nuevo, con un agradable sentimiento, una plena paz interior. Con sus últimas fuerzas, posó sus ya gélidos dedos sobre la cálida mejilla del vampiro. (Qué cálido… a pesar de ser el vampiro de hielo… es tan cálido…)
- Fuuka…— Al oír a Aidou pronunciar su nombre por primera vez, le invadió un enorme sentimiento de felicidad. Aquella vez, sonrió desde lo más profundo de su corazón. Aquella sonrisa inocente… (Gracias, sempai…) Movió los labios, pero su voz no pudo formar aquellas últimas palabras. La mano que posaba sobre la mejilla de Aidou fue cayendo lentamente, perdiendo la fuerza… a la vez que sus ojos se cerraban poco a poco, hasta parecer dormida. Su rostro reflejaba placidez, felicidad… Su último deseo se había cumplido.
Allí, arrodillado, sin moverse… Aidou dirigió la mirada a sus brazos. La Fuuka que debía estar abrazando se había convertido en polvo. Su cuerpo, su sonrisa… había desaparecido para siempre. Sólo quedaba… frío.
- Yo…
El polvo que quedaba en sus manos se escurría entre sus dedos, disipándose en el viento. Pronunció entonces sus palabras de despedida.
- Un vampiro ex-humano… yo… creí que podría salvarte…— Se odió a sí mismo por su poca fuerza, por lo débil que había sido.
Comparada con la de un vampiro, la vida de un humano era un instante. Ínfima, insignificante… pero la vida de Fuuka… había sido incluso más corta. Aun así, su pérdida le hacía sentir aquél terrible dolor, una punzada aguda, como si le clavasen una estaca en el pecho. Momentos después, se levantó del suelo, dirigiendo la mirada al vacío. En algún momento, sintió las lágrimas resbalar por sus mejillas. Sus ojos de vampiro miraron al cielo, cubierto por las nubes. Esa mirada era su plegaria a los caídos, su oración, colmada de dolor.
- Yo… no volveré a mezclarme con vampiros ex humanos. Ellos y nosotros somos… diferentes. Ya lo sabía, y aun así… Había colaborado con la investigación sobre las pastillas de sangre.
Quizá, igual que aquella vez, le tocaría participar en alguna futura investigación. La perdición de Fuuka la había provocado algo que para los vampiros nobles era un deber, un trabajo obligatorio. Si tanto era así… ¿Por qué sentía aquél vacío en el pecho, tan grande que casi sentía el frío viento de la noche atravesarle? ¿Qué era ese extraño sentimiento que tenía clavado? Del cielo nublado, comenzó a caer la lluvia, pequeña, fina, que pronto se tornó más intensa, empapando el cuerpo de Aidou. Aquella lluvia que parecía no tener fin provocaba, desde luego, la sensación de que el cielo lloraba junto a él. (Que llueva, entonces…) Pensó sin moverse, dejándose empapar por las gotas que caían del cielo. Ojalá el agua se llevase consigo aquella infinita tristeza. Al recuerdo de Fuuka no le quedaba bien una lluvia así. Lo que a ella le pegaba era un brillante e intenso sol, y una profunda sonrisa. Cosas que no casaban para nada con un vampiro. Eso, eso era lo que quería para ella.
- Adiós, Fuuka…— Abrió los puños que había mantenido cerrados con fuerza hasta entonces. La última partícula de polvo que quedaba en sus manos, fue arrastrada por el agua… hasta desaparecer.

Tras ese suceso, en la academia Cross se establecieron los guardianes, que se dedicaron a vigilar severamente la entrada al dormitorio de la luna. Yuuki Cross. Kiryuu Zero. Su historia… iba a comenzar tan sólo un poco después.

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Gracias por seguir mi blog para leer esta novela!! Pronto traeré algo nuevo! Asi, que esperen un tiempito! Y no dejen de seguirme! :P Arigato gozaimasu!

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